viernes, 29 de junio de 2007

MÁS SOBRE EL BORGES DE BIOY

Anatomía de un diálogo interminable
Es notoriamente escasa la repercusión en medios escritos que ha tenido la publicación del voluminoso diario sobre Borges que Bioy Casares llevó durante más de cuatro décadas. Tan notoria que Rodolfo Rabanal, tras el breve comentario que escribió hace poco más de un mes para el número especial que este suplemento le dedicó al libro, decidió aventurarse en un ensayo más largo que expusiera al menos algunas de las múltiples pistas que esas 1600 páginas arrojan sobre el escritor más importante del siglo XX en lengua castellana.


Por Rodolfo Rabanal para RADAR


Muy pocas personas han producido hasta ahora, aparte de las reseñas críticas y de las breves opiniones periodísticas, algún trabajo más o menos destacable sobre el libro Borges, por Bioy Casares. No es improbable —en el mejor de los casos— que este relativo silencio obedezca a una labor en marcha que busca, comprensiblemente, aislarse en tanto va desarrollándose el proceso de creación y no, como sería de temer, a una fatiga o a una indiferencia más o menos consciente ante la figura más notable de la literatura argentina y, por supuesto, de la literatura en idioma español.


Hasta la aparición de este libro ignorábamos cuánto le preocupaba a Borges su reputación, porque aquí sale a la luz que era un excelente administrador de su fama, tanto, contrariamente, como era un pobre administrador de su escasos bienes materiales.

Tampoco sé si existen ya arreglos con editoriales europeas o norteamericanas en vista a ediciones traducidas. No hubo, igualmente, ninguna polémica que crispara el ambiente de las letras argentinas, tal como, seguramente, esperaban sus editores que ocurriera, apostando, no sin razón, a la virulencia e iconoclastia de muchas de las opiniones personales de Borges reproducidas por Bioy Casares en este diario que, prolijamente, llevó durante algo más de cuatro décadas.

Por lo visto, ninguna de las personas citadas por Borges, y aun vivas, sintieron ofensa alguna, o discrepancia ante ciertos juicios valorativos sobre libros y autores. Nadie parece haber experimentado el frío temblor de descubrir su propio retrato en perspectiva desfavorable, cómica o ridícula. Quizás —en el peor de los casos— la astucia del silencio, una de las estrategias a favor del olvido, esté prevaleciendo en la Argentina sobre el ejercicio del criterio y la osadía de la inteligencia. Pero si nadie se da por aludido, ¿de qué habla el diario de Bioy, a quién, a quiénes se dirige?

En principio, este es un libro de escritores para escritores. Tal vez el último elogio, la última defensa de una idea hoy antipática, considerada “incorrecta” por excluyente, la idea de que la erudición y “la alta cultura” son predios minoritarios, aristocráticos, rechazados por las democracias populistas. Y es, además, un libro de escritores para lectores ávidos que todavía creen en la literatura y encuentran en ella la gozosa incitación a seguir leyendo, a seguir buscando sendas imaginarias y replanteos interpretativos en medio de lo que podríamos llamar la aventura íntima del texto. En este caso particular, la aventura nos propone (y ofrece) rondar y escuchar, como invitados invisibles, una larga conversación de más de cuarenta años entre dos hombres que se reúnen casi a diario alrededor de una mesa para compartir la cena. Que ambos hombres sean amigos facilita los encuentros, pero que los dos sean hombres de letras le otorga al libro la sustancia específica que lo distingue.




Borges es invariablemente el invitado y Bioy, el anfitrión. Los platos no se nombran, salvo una o dos veces, los dos eran comensales austeros y agasajaban sin pompa alguna una comida sencilla, siempre la misma o apenas agitada por alguna variante igualmente sencilla: puré de papas, un bife, una ensalada, a veces pastas, y no mucho más. Ellos en particular y el país mismo en distintos grados, estaban todavía lejos de la bacanal minuciosa con que hoy se celebra la cocina internacional como el más alto logro en las jerarquías mundanas.
¿Y de qué hablan estos dos hombres? Sobre todo de libros y autores, naturalmente. Intercambian opiniones sobre el uso o el desuso del soneto, ahondan en los riesgos del verso libre, discuten sobre métrica y rima, intentan hallar el origen, el sentido, la utilidad de una frase. Leen (el que lee es Bioy, Borges repite y de pronto recuerda y entonces recita un poema entero, o recompone un largo párrafo del Dr. Johnson) y comentan lo leído, mientras nos va quedando claro —a sus lectores— que están estableciendo un consenso en materia de gustos, cuya exigencia es tan inflexible e inexpugnable como una torre de granito alzada en los bordes de las tierras bárbaras.

De todos modos, esta suerte de firme estatuto que articula para ambos el sistema de lecturas desde Homero a Stevenson, Conrad o Wilde, o el mejor Lugones, está muy lejos, afortunadamente, de toda sospecha de solemnidad. Ni Bioy ni Borges, lo sabemos, fueron nunca solemnes y Bioy transcribe aquí (con una precisión sorprendente) ese espíritu y esa atmósfera que los rodeaba o que ellos mismos iban creando a lo largo de las conversaciones. No hay convicción estética o referencia precisa a una obra muy estudiada que autorice en ellos cometer el error de la gravedad académica o adoptar un tono de circunspección sabihonda. La erudición considerable de Borges, la misma que le permite inventar “erudiciones” falsas, no conoce la pedantería ni el acierto prepotente, en parte gracias a esa habilidad suya consistente en convertir una afirmación discutible en una pregunta cortés, y en parte gracias a la permanente tentación que le opone su escepticismo.

El carácter, la modalidad de ambos en esas mesas y sobremesas, los da una cierta soltura de entrecasa, como si vagabundearan en procura de una idea que les abrirá un camino, y no pocas veces es la broma la que se impone, el chiste inesperado, la burla cruel a un colega o a un amigo, el chismorreo que recuerda un error de dicción de alguna señora amiga o, al menos, del trato habitual de ambos. Hasta los versos malos y procaces tienen lugar en las noches dialogadas. Las reuniones son divertidas y no pocas veces la risa estalla para coronarlas. Borges, dice Bioy, se ríe como un loco. Silvina, que participa de muchas de esas veladas, los trata de “pavos”. Se ríen de estupideces, comenta. Uno siente que la vida fluye.

Borges es seguramente la parte más sustancial de los diarios personales de Bioy Casares y, sin duda, la más copiosa y abundante y también la que torna más bien pálidos y convencionales los demás volúmenes en los que el narrador fue trazando su propia vida día por día. Es interesante comprobar de qué modo Bioy se desdibuja en estas mil seiscientas páginas dedicadas a su amigo, a su amigo y seguramente maestro, si bien en ningún momento la relación se plantea expresamente en esos términos. Y aquí aparece, precisamente, esa presencia recurrente del paralelo que ofrece este diario con La vida de Johnson escrita por James Boswell en la segunda mitad del siglo XVIII. Yo me pregunto si hay lugar para imaginar ese paralelismo y me parece que no. Es indudable que ha de haber estado en la secreta intención de Bioy observar ese modelo como paradigma argumental a tomar en cuenta, pero salvo por el hecho del registro de las conversaciones, este diario no aborda, como lo hace Boswell con Johnson, los detallados hitos biográficos de Borges, ni asume Bioy en ningún momento la actitud de scholar que despliega Boswell, quien no sólo escucha y transcribe lo que Johnson dice sino que, además, escucha a otros hablar de Johnson, investiga, sondea, comprueba citas y datos y confronta opiniones y testimonios sobre el sujeto de su atención y estima, y establece, como un aplicado estudioso, un criterio normativo para lo que llegará a ser, entre los escritores de habla inglesa, el género de la biografía.

Nada de esto es aplicable al Borges de Bioy, quien, hemos visto ya, jamás deja traslucir una relación discipular, no al menos de manera declarada o manifiesta en el trato amistoso entre ambos. No sabemos cuáles pueden haber sido los sentimientos de Borges sobre esta cuestión y apenas si, en algunas entradas del diario, la admiración que manifiesta Bioy por la inteligencia de Borges nos permite sospechar en él alguna forma difusa de ese sentimiento, en alguna medida subalterno. No obstante, hay suficientes razones en el mismo libro para figurarnos el oculto diseño de un cierto orden jerárquico implícitamente entendido por ambas partes, aunque nunca expuesto de forma directa o expresa. Es cierto que Bioy confiesa haber aprendido mucho de Borges, hasta el extremo venturoso y decisivo de reconocer la influencia que tuvo su amigo mayor, en su juventud, para que abandonara los estudios de derecho en beneficio de su genuina vocación literaria. Es cierto, igualmente, que Borges ha declarado haber aprendido no poco de Bioy, y acaso sea verdad además de una cortesía, pero también es cierto que esta última verdad resulta mucho menos convincente que la primera.

Cuando los dos se conocieron, entre 1931 y 1932 (Bioy no recuerda la fecha con exactitud), Borges tiene más de treinta años y Bioy no llega a los veinte. Borges es ya conocido en los círculos literarios más bien tumultuosos de la época y Bioy está aprendiendo a escribir trabajosamente. Los dos se hacen amigos de por vida, con un corte un poco abrupto y sin duda doloroso para ambos en los últimos dos o tres años de Borges, que muere en 1986. Entre esas dos fechas, fluye más de medio siglo —56 años— de amistad, “conspiración”, trabajos en común, proyectos de publicaciones, alianzas esporádicas con otros escritores, enemistades, pasiones y claro, no pocas muertes. En ese largo período, la misma literatura argentina adquiere mayoría de edad y decenas de nombres aparecen y decenas de nombres se olvidan. ¿Quién leerá hoy a Gómez de la Serna, a Arturo Capdevila, a Conrado Nalé Roxlo, a Mastronardi?, se pregunta Borges en 1970. Hoy nos hacemos parecidas preguntas con idéntica perplejidad.

El diario de Bioy es, entre muchas otras cosas, una guía informal de quienes escribieron en todos esos años. Es a la vez una denuncia —mayormente en boca de Borges— de la curiosa indigencia que muestra esa abundancia: pésimos o mediocres escritores enancados en famas deleznables. Sin piedad, por ejemplo, Horacio Quiroga es desmontado de su trono. Los mismos amigos, entre ellos Peyrou y José Bianco, reciben el castigo apodíctico de Borges. Salvo Silvina Ocampo, prácticamente ninguna mujer escritora pasa la prueba. Días hay en que ni Shakespeare se salva.

Es preciso admitir que Borges es caprichoso y en buena medida arbitrario y tiránico. Hasta la aparición de este libro ignorábamos cuánto le preocupaba su reputación porque aquí sale a la luz que era un excelente administrador de su fama, tanto, contrariamente, como era un pobre administrador de su escasos bienes materiales. Con harta frecuencia incurre en un pecado habitual entre las personas de gran ingenio; por una ocurrencia feliz y una frase brillante es capaz de exponer la cabeza, aunque después se arrepienta clamando piedad de rodillas. Sus debilidades humanas —como las crisis melancólicas y coléricas de su admirado Dr. Johnson— lo instalan (ahora gracias a Bioy) en una dimensión más asible. Algunas de sus ingeniosas salidas malignas, o quizá mejor provocadoras, lo vuelven memorable de un modo salvaje: “No hay ciudades argentinas —le dice a Bioy volviendo de Salta—; hay Buenos Aires y pedazos de barrio tirados en medio del campo”. O esta otra: “No es verdad que a los argentinos les guste el campo; les gusta París”. Si viviera, ahora diría Disneyworld, o Miami.

Siento que al escribir sobre este libro asoma un peligro que acecha en cada página, es la tentación malsana de las citas; resulta demasiado fácil engolosinarse con la transcripción de la ingente agudeza del Borges coloquial. No hay nadie que sea más libre que él, nadie tan “políticamente incorrecto” avant la lettre, tan oportuno y temerario al mismo tiempo. Resuelve que Molinari es muy ignorante y recuerda que Victoria Ocampo estaba traduciendo al francés un poema suyo y le preguntó qué había querido decir con tal verso: “y él no supo contestar. Estaba muy asombrado de que alguien creyera que sus versos significaban algo”. Ni siquiera Manucho Mujica Lainez, un temido contertulio, ácida y graciosamente maligno, llega a tanto, porque Manucho, en sus peores momentos, roza siempre la indecencia, la guarangada, categorías adversas que Borges deplora. Pero entonces, volviendo a la tentación malsana, citar es redundante porque deberíamos, si de eso se tratara, transcribir todo el libro, volvernos copistas cuidadosos, espejos, no otra cosa. En cierto sentido, duplicaríamos a Bioy. O imitaríamos la ocurrencia que alguna vez confesó Walter Benjamin: “Sueño con escribir un libro compuesto únicamente de citas”.

Más importante o, en todo caso, menos inútil, es registrar el efecto que este libro produce en el lector voraz que, eventualmente, es también él un escritor. El Borges de Bioy difunde, al menos para mí, el vigoroso estímulo que trae consigo evocaciones posibles, reales e imaginarias; toda su riqueza pertenece a la categoría de los libros muy buenos, y los libros muy buenos son inagotables y siempre, afortunadamente siempre, elusivos, incompletos, sus carencias son sugestivas y elocuentes, sus inevitables fragmentos arden como si fuesen las brasas que alimentan la intuición. Supongo que los grandes clásicos pertenecen a esa familia. Si no, por qué seguiría exasperándonos la terquedad vengativa de Aquiles y nos obsesiona la “injusta” muerte de Héctor. ¿No nos tienta acaso reinventar de vez en cuando el diálogo andariego entre Quijote y Sancho? El Infierno de Dante no admite un término aunque él lo fije, y entonces volvemos a los desdichados amantes que son Francesca y Paolo con el deseo inútil de redimirlos y añadirles otra historia menos aciaga.

Es muy posible que la riqueza excedentaria de este libro resida, justamente, en lo no dicho, en las tramas inconclusas, en lo que se nos esconde, ya sea por el olvido o la prudencia o por la convicción —por ambos compartida— de que todo lugar común es una insignificancia que degrada a quien la comete. Pero una de las omisiones más notables es la ausencia de confesiones íntimas entre Borges y Bioy —protegidos ambos en ese pudor que Borges asimilaba a cierta manera de ser de los argentinos (hoy habría que revisar esa creencia)— y este vacío, cuya fuerza atractiva es muy grande, plantea la rica y acaso indecorosa invitación a “novelar” esa carencia. ¿De qué nos ha privado, por ejemplo, el hecho de que Borges no haya llevado un diario personal? Desde ya, la demanda no es sensata, porque un diario íntimo no se dicta y Borges, ciego, no tenía más remedio que dictar; no obstante, esa tentación “contrafactual” forma parte de todo cuanto sugiere esta obra. En otros términos, esa privación funda la peregrina nostalgia de lo que no ocurrió pero que podía, razonablemente, haber ocurrido. Esa privación propone la hipótesis, o la conjetura, o el arranque irresistible de las vidas imaginarias.

Una de las cosas aquí mostradas —lo cual es evidentemente bastante más que una sugestión— es la distancia existente entre el Borges público y el Borges privado, el Borges de entrecasa, no en vano él hablaba “del otro Borges” y es ese “otro” el que enciende las desmesuras de la imaginación. Porque ese otro Borges es el desdichado a quien insulta Estela Canto en el andén de Constitución o a quien aplasta con un sarcasmo procaz Silvina Bullrich, informándole que mientras él la anhelaba observando desde la calle la luz prendida de su cuarto, ella estaba con un amante. Fracasos y humillaciones de un enamorado “romántico”, en cierto modo platónico, resueltamente imposible. Dolores, pero también ataques inspirados por la indignación ante lo que él consideraba grosero, afrentoso, antiestético, insensible, desinteligente, y en esta banda suficientemente extensa y ancha, caen muchos, desde Roberto Arlt hasta Perón y Sabato. Y desde luego, ese otro Borges es asimismo el humorista fino, el risueño comensal de las noches de Bioy, y el “asesino” al que el arrepentimiento torna piadoso.

Es por todo lo anterior que la imaginación rumorea el sueño insensato de producir un texto ilusoriamente completo, capaz de comprender cabalmente estas dos vidas y olvidar, o ignorar, que estas dos vidas ya están fatalmente cerradas, y que toda nueva palabra que se les atribuya nada sumará a las suyas, ya definitivas, ya inmodificables.

¿Y Buenos Aires? Aquí está la ciudad, sin duda, el escenario definitivo e impermutable de este “drama” a dos voces, básicamente a dos voces, porque suele haber otras pero son como un coro, o un eco. No es que se nombre a la ciudad con la intención demagógica de promocionar un centro; ni siquiera se la nombra, salvo que la necesidad ineludible lo exija. Son unas calles y unos hábitos, un idioma, unos personajes, los diarios “de toda la vida” , el recuerdo o la evocación repentina de una gruta, de una estatua, de las luces al atardecer en las avenidas Santa Fe o Corrientes, las peregrinaciones desde el centro a Puente Alsina, a Saavedra, el aroma fuerte a café en El Paulista de Callao y Córdoba, que ya no existe. El encuentro con libreros y librerías que tampoco ya existen. Es curiosa —en realidad, no debería resultar curiosa— la tenacidad quieta, tanto en Bioy como en Borges, con que sienten su arraigo, su afincamiento, la imposibilidad, aunque no declarada de este modo, de vivir en cualquier otra parte que no sea Buenos Aires. Llama la atención, sí, en estos espíritus culturalmente universales, esta suerte de tozudo apego casi provinciano. Y no es que no viajen, sólo que viajan para volver.

Buenos Aires es la irrenunciable patria de estos dos porteños que, como tales, se proclaman todavía (medio en broma y medio en serio) “unitarios” y se comportan, paradójicamente, como hijos del mundo, retoños de Occidente, cosmopolitas y políglotas (son raras las veces en que las charlas no pasen del español argentino al inglés o al francés, ya sea porque se impone una cita o se elige un refrán o un proverbio específico). Evidentemente conservadores, aunque menos en un sentido político que filosófico —upper class, sobre todo Bioy— agasajan la rutina y los hábitos fijos haciendo caso omiso de modas y novedades. Adscriptos, pero sin elección alguna, a esta fidelidad porteña, la patria, entonces, se reduce y abisma a dos categorías contiguas, la ciudad y el campo y eventualmente el río. Y esta noción de patria, principalmente en Borges, nunca es declamada, nunca es “patriota” y mucho menos “patriotera”. El suyo, e igualmente el de Bioy, no es un yo “nacionalizado”, ninguna confiscación ideológica lo limita o determina. La instintiva pertenencia está tan arraigada que Borges no puede si quiera concebir para sí un exilio en Harvard, cuando se lo ofrecen. La patria, en fin, es algo íntimo y compartido. Y que Borges haya ido a morir a Ginebra no desdibuja este sentimiento.

Sólo cuando terminé de leer el libro o cuando me aproximaba a las últimas y ya desoladas páginas, percibí de pronto lo que siempre había sabido aunque jamás había reparado en ello con el desconcierto que me produjo ahora. El “descubrimiento”, lo que vemos “por primera vez” realmente la segunda vez, suele tener sobre nosotros un efecto revelador, algo parecido a la leyenda milyunanochesca del campesino que sale a buscar un tesoro a una ciudad lejana para enterarse de que lo tiene guardado en el jardín de su casa. Aquello que me llamó poderosamente la atención es que nunca en las conversaciones de Bioy y Borges (tampoco en sus escritos) parece tocarlos el formidable embate cultural del siglo XX, sobre todo el de la primera mitad del siglo. En las mil seiscientas páginas de Borges por Bioy Casares no recuerdo que haya una sola referencia medianamente extensa a los problemas filosóficos de la modernidad avanzada y ya tardía. No hay una sola mención a Wittgenstein, Russell, Heidegger o Sartre, para no ir más adelante. Tampoco al arte, crítico y perturbador que encarnan, digamos, Picasso o Paul Klee. ¿Y la música? Prácticamente no existe y uno tiene la impresión de que jamás oyeron hablar de Schönberg, Bartók, Prokofiev, Britten o Stravinsky. Es verdad que les gusta el jazz y el tango (a Borges sólo cuando no es cantado). Pero ocurre como si esas predilecciones musicales acaso exclusivas relegaran todo lo otro al olvido, o al silencio. En todo caso, no deja de parecerme una muy extraña, una muy rara inadvertencia en dos hombres como ellos, dos hombres del siglo, ilustrados como pocos y detalladamente atentos a las más altas complejidades de la literatura. Acaso leyeran el presente desde el pasado. Tal vez sintieran que la única manera de concebir una obra literaria “no contaminada” fuera desoyendo las invenciones contemporáneas. Es esta omisión (¿en sus gustos, en sus capacidades selectivas?) profunda, aparentemente no creíble, la que hace de Borges —principalmente— un hombre “antiguo” en el seno del siglo XX, casi un fenómeno único de provincianismo ilustrado.

El sábado 22 de junio de 1985 es la última vez que Borges come en casa de Bioy, y quizá la última vez que comen juntos en cualquier otra parte. Con voz vacilante, Borges confía: “Tanto viajar me está deshaciendo”. Ya no es más él, sino dos cosas a las que acaso no llegó a habituarse nunca: un anciano moribundo junto a una mujer joven que suele vestir de blanco, y una figura internacional casi legendaria. Los posteriores y pocos encuentro entre él y Bioy o son telefónicos u ocurren en dos o tres situaciones públicas, donde el anciano ciego repite sus viejos motivos como si soñara. El lunes 12 de mayo de 1986, Bioy recibe una llamada desde Ginebra y es María Kodama quien habla. Le pasa el teléfono a Borges, que dice a su amigo: “No voy a volver nunca más”. Cuatro días después muere. Bioy se entera porque se lo comenta el diariero del quiosco del hotel Alvear. Ha comenzado el mito, y se cierra el mayor capítulo de la literatura argentina hasta el presente. “Lo importante —comenta Borges una noche de invierno de 1959— no es que el lector crea lo que lee, sino que sienta que el autor cree lo que escribe.” El gran mérito de esta obra, de este diario, es que el lector cree que Bioy cree en lo que escribe.

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sábado, 16 de junio de 2007

BORRAR EL PASADO: JOHN BERGER

John Berger
Borrar el pasado (algunas notas en torno a un dibujo)

John Berger, selected essays, publicado por Pantheon Books, en Nueva York" para La jornada

Imagen del escritor tomada del libro John Berger, selected essays, publicado por Pantheon Books, en Nueva York. Foto: Jean Mohr


Como las palabras, las apariencias pueden leerse también y, de entre las apariencias, el rostro humano constituye uno de los textos más largos.

Alexandra (ver el dibujo) visitó París por vez primera en su vida -tiene 83 años- la primavera pasada. Hasta hace un par de años practicó la medicina en Moscú. Nació en Kursk, a 800 kilómetros al sur de la capital. Gracias a dos amigos rusos nos conocimos y nos sentamos los cuatro a la mesa a cenar juntos en un jardín suburbano al sur de París.

Le pregunté qué la había hecho decidirse a estudiar medicina. Los innumerables muertos y heridos durante la batalla de Kursk, me contestó. Fue esta batalla, tras la de Estalingrado, la que le abrió al Ejército Rojo una vía para avanzar hacia Berlín.

La conversación en el jardín continuó despacio. Ella se ve considerablemente más joven de lo que es, y tiene un modo de hablar que es aéreo, suelto y, al mismo tiempo, considerado. Al escucharla uno puede sentir la intuición de Heidegger que decía que ''el lenguaje es la casa del Ser"; ella lo hace a uno sentirse a gusto en esta casa.

Al graduarse como médica en los años 50, de inmediato la enviaron a una mina de uranio en Turkmenistán. Los mineros eran seks, prisioneros políticos del Gulag. En esa época, la Unión Soviética necesitaba uranio con urgencia para fabricar sus bombas, y así lograr una paridad nuclear con Estados Unidos que le permitiera establecer ''la disuasión mutua" que perduró hasta 1989.

Como era previsible, tras unos cuantos años todos los mineros del uranio sucumbieron de cáncer. Igual que yo, dijo Alexandra. Recé y me recuperé y regresé a Moscú donde practiqué como pediatra durante 40 años más.

Alia Alexandra, de 83 años de edad, médica,
en un dibujo del escritor británico John Berger

Y mientras hablaba, comía y reía en el jardín...

-¿Cómo explicas tu energía?

-Es la gente. Es muy simple, amo a la gente.

Conforme esto proseguía, tuve la urgencia insistente de dibujarla. La miré a los ojos y asintió.

Antes de que se levantara para irse, le pedí que escogiera entre los dos dibujos que le hice. Escogió el más débil de ambos. Pienso que fue deliberado; quería que yo me quedara con el más firme.

Al mirarlo a la mañana siguiente, me parecía que los trazos del rostro pedían trazos de palabras.

* * *

Esa misma semana, había en la prensa internacional una foto de Bernard Kon, de 97 años de edad, un ingeniero polaco que vivía en Varsovia, quien -según una nueva ley propuesta- corría el riesgo de perder su magra pensión estatal por haber sido voluntario en las Brigadas Internacionales y haber combatido en 1937 por los republicanos en la Guerra Civil Española.

La expresión de sus ojos tiene algo en común con los ojos de Alexandra. Tal vez porque ambos vieron las mismas cosas. Lado a lado sus rostros hablan de logros personales (y de dolor) que no piden reconocimiento, porque cada uno -Bernard y Alexandra-, de modos diferentes, exudan un sentido, en parte trágico, en parte triunfal: haber elegido prestar atención a la historia, buscarla, y así, pertenecer a ella. Lo extraño es que esta pertenencia les permite tener una identidad tan nítida.

Por fortuna la nueva ley que amenazaba a Bernard Kon y a miles de otros fue declarada inconstitucional, pero la operación ''barrer con el comunismo" de los espantapájaros gemelos Lech y Jaroslaw Kaczynski (presidente y primer ministro de Polonia desde el verano de 2005) continúa, y es típica de muchas iniciativas políticas de hoy.

Cuando la decisión es no leer las complejas experiencias de la historia, el propósito ubicuo de dichas iniciativas es borrar el pasado y reducir así todas las alternativas políticas a una sola que se despliega en un instante.

Para ponerlo gráficamente, el largo texto del rostro humano es reducido a instantánea fotográfica de archivo criminal.

* * *

El dibujo de Alexandra seguía en la mesa mientras leía yo las pruebas del próximo libro de Naomi Klein: The Shock Doctrine, The Rise of Disaster Capitalism (La doctrina de la conmoción, surgimiento del capitalismo del desastre), cuya importancia es incalculable.* En éste, ella estudia la carrera del notorio economista Milton Friedman. En los años 50, daba clase en la Universidad de Chicago y elaboraba su teoría de libertades globales para un nuevo capitalismo sin restricciones estatales ni trabas de gobierno alguno. Un capitalismo con el cual ya soñaban las corporaciones multinacionales en expansión y los inversionistas bancarios promotores de la dislocación. En la década de los 70 Friedman se convirtió en el asesor económico de Pinochet y, al poner sus teorías en práctica, puso de cabeza la economía chilena. Después se hizo mentor y profeta visionario de Thatcher, Reagan, los dos Bush, Blair, Sarkozy...

Si no hubiéramos extraído uranio para fabricar armas nucleares, dijo Alexandra en el jardín, nos habríamos convertido en colonia estadunidense.

Visto como teórico, Friedman nos recuerda de algún modo al doctor Strangelove (la novela de Peter George, el filme de Stanley Kubrick): una historia de dogmatismo, ingenuidad, cinismo y el sueño de ser visto como salvador. (Friedman obtuvo el Premio Nobel.) El alegaba que las economías ''puras" y sin distorsiones podrían arreglarlo todo. Su rostro es el de un ''tío sonrisas" al que nunca, nunca, se le ha visto en exteriores y que te lleva a la ventana para explicarte lo que es y lo que no es importante en la vida.

También fue, sin embargo, un político práctico cuyo récord es el de ser implacable. Reconoció desde el principio que su solución ''pura" para los predicamentos humanos nunca sería aceptada por aquellos a quienes se les imponía, a menos que estuvieran en un estado de dificultad alarmante.

Para que la gente acceda al desmembramiento de la asistencia social, a la abolición del salario mínimo y a cualquier control propio sobre sus condiciones laborales, a la privatización de los servicios sociales, a impuestos iguales para ricos y pobres, a la pérdida de cualquier derecho legal de protesta efectiva; para que la gente acepte este trato (polo opuesto del Nuevo Trato de Roosevelt), primero tiene que sufrir el desastre económico y ser golpeada por el pánico.

Esta es la Doctrina de la Conmoción, la cual, por algún tiempo, ha permeado y determinado las decisiones globales del G8, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, los estrategas de la CIA y, algunas veces, las fuerzas armadas estadunidenses (Kuwait, Irak). En ocasiones esta conmoción es diseñada totalmente (como en Chile, en 1973); algunas veces se la apropian oportunistamente (como en Rusia en 1991 o en Sudáfrica en 1996).

La inquietante revelación del libro de Klein es que quienes instigaron y abogaron por la ''conmoción económica" de Friedman están asociados muy de cerca con los equipos de la CIA (ver el Manual Kubark) que trabajan con técnicas coercitivas de interrogatorio cruzado en condiciones de conmoción física: es decir, tortura de prisioneros.

Un mes antes de que fuera asesinado, mi amigo Orlando Letelier, ministro de Defensa de Allende, hizo exactamente las mismas conexiones entre lo que ocurría en la economía chilena y lo que sufrían sus camaradas en prisión. Orlando tenía el rostro de un cantante para quien cada canción podía ser la última.

Cada uno de estos tipos de conmoción extrema son diferentes y devastan de modos diferentes. Uno es solitario y físico: el otro colectivo y ontológico. El primero es producido sin misericordia por los electrochoques (asiduamente estudiado por la CIA desde los años 50) y por la privatización sensorial. El segundo es producido mediante la supervisión y el manejo por etapas de un colapso económico, un desmantelamiento de todas las infraestructuras sociales previas, la programación temporal de un periodo de pobreza y pánico abyectos, y luego, cínicamente, el ofrecimiento de salidas con falsas promesas. Ambos tipos de conmoción son aplicados con el fin de aplastar la resistencia, y esto se hace destruyendo, primero que nada, el sentido de identidad de los sujetos.

Quienes administran las sacudidas, la conmoción -sean torturadores, economistas o espantapájaros- han aprendido, tras 50 años de experimentos, que la manera más efectiva de destruir el sentido de identidad de los pueblos es borrar el pasado, desmantelar y fragmentar sistemáticamente las historias que hasta el momento se han narrado entre sí acerca de sus propias vidas.

Una vez borrado el pasado, puede usarse cualquier variante del eslogan que, pese a su pretendida inocencia, es corrupto políticamente: una oportunidad impecable, un nuevo comienzo, una renovación. Tal es la demagogia del neoliberalismo.

* * *

Alexandra se sentó en mi jardín durante la campaña presidencial a la presidencia de Francia. Lo notable del estilo de los dos principales candidatos era su rechazo a dar explicaciones. Ninguno explicaba lo que ocurre en el mundo, el impacto de dichos sucesos en Francia ni sus previsibles consecuencias y, como tal, las alternativas que podían elegirse. Ambos carecen de mapas. Y no tienen mapas porque no se atreven a hablar de la historia. Unas cuantas referencias demagógicas, un debate o dos acerca de algunas estadísticas locales recientes, pero ninguna lectura de la historia, ningún reconocimiento de los lapsos de vida históricos, ninguna conciencia de las historias que la gente se narra a sí misma para darle sentido a la lucha de vivir. Y esto, teniendo enfrente al que era, por lo menos hasta hace poco, el electorado más politizado de Europa.

Tal conspiración de silencio cambia profundamente la naturaleza de unas elecciones. El primer principio democrático es que las personas elegidas tienen que rendirle cuentas a quienes las eligen: el cómo gobiernan será evaluado por los gobernados. Para ponerlo de forma diferente: el cuestionamiento que hagan los electores tiene, en el largo plazo, un peso en el proceso de toma de decisiones. La dialéctica de la discusión remplaza a la obediencia ciega, que no es democrática.

Si los candidatos no delinean su visión de la época que viven ni plantean una propuesta de estrategia para la supervivencia, si lo que vayan a hacer no se dice y no puede leerse, el electorado no puede cumplir su dialéctica, porque no existe un diálogo en torno a lo que es esencial. Cuando un candidato no cuenta con mapas, o finge que no los tiene, el electorado se ve reducido a ser un caballo de tiro.

En su conspiración de silencio, los candidatos parecían tener un acuerdo tácito. Cuando todo espectador es un cliente, el debate se achica a competencia de estilos, y la última encuesta de opinión cuenta más que cualquier visión compartida del futuro, además de hacer obligatoria la autopromoción.

Ambos candidatos respondieron a algunos temores, a conmociones particulares que sienten varios sectores de la nación y prometieron no olvidarlos nunca, sin que en momento alguno se refirieran al todo ni preguntaran con y junto al pueblo: qué ocurre en el mundo.

El habla de los vendedores es inconsecuente, repetitiva, reafirmativa, porque desde antes saben a dónde quieren llegar. Ambos candidatos se dirigen a la misma ganancia final: Confíen en MI y en mis promesas.

Por el contrario, lo que yo llamo una lectura de la historia implica tomar en consideración -de manera compartida- los sucesos, sus causas y sus consecuencias, una discusión acerca de los posibles márgenes de maniobra (la historia rara vez es generosa), y luego la presentación y la explicación de las políticas. Las promesas hechas sin considerar lo anterior son todas delincuentes.

Hace 50 años, dijo Alexandra, el valor de la vida humana era diferente.

Finalmente, ¿por qué ninguno de los candidatos se atrevió a hablar de historia? Tengo mis propias anotaciones. Madame Royal, porque no sabe qué decirle a Rosa Luxemburgo. Monsieur Sarkozy, porque tiene la doctrina de la conmoción económica oculta en la manga.

Miro de nuevo el rostro de Alexandra mientras está ahí sentada en el jardín y recuerdo una frase de Anton Chéjov, quien también era médico. ''El papel del escritor es describir una situación con tal veracidad (...) que el lector ya no pueda evadirla". Hoy, nosotros -que sabemos de nuestras propias experiencias históricas que las maquinarias políticas quieren borrar-, debemos ser a la vez ese escritor y ese lector... eso yace en el rango de nuestras posibilidades.

Traducción: Ramón Vera Herrera

* El libro de Naomi Klein será publicado en inglés por ICM Books, Nueva York, y por Actes Sud, en francés, hacia septiembre de 2007

© John Berger

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viernes, 15 de junio de 2007

JUAREZ Y CHIHUAHUA : BASTA YA DE VIOLENCIA

"CUANDO LAS HIJAS NO REGRESAN A CASA"
JUÁREZ: UNA CIUDAD REPLETA DE SILENCIOS Y CRUCES

Entrevista de Lourdes Rosario Núñez Urruti, Montevideo, URUGUAY.

Aún no hay ningún responsable para las más de 460 mujeres brutalmente asesinadas en Ciudad de Juárez al norte de México desde 1993. No hay culpables ni justicia. Así se expone esta cruel realidad en nuestro continente en el documental "Juárez: la ciudad donde las mujeres son desechables", que está apoyado por la ONG Nuestras Hijas de Regreso a Casa. Proyección realizada en la Facultad de Ciencias Sociales coordinada por el colectivo "Con Bronca TV" que busca generar espacios de discusión que no se propician en los medios masivos de comunicación.Hay mucho dinero de por medio e intereses muy poderosos que obstaculizan cualquier intento de investigación. Reina un estado de impunidad absoluta donde se entrecruzan los narcotraficantes, representantes del poder Judicial y las familias más ricas que se sienten dueñas de las personas, de la tierra y de todo. Clima que lamentablemente se extiende por toda Centroamérica con especial visibilidad en Guatemala, así lo ha denunciado en reiteradas ocasiones las organizaciones internacionales de Derechos Humanos.Se habla entonces, de "feminicidio" para definir esta atroz realidad, donde se tejen muchas hipótesis sobre quiénes se están beneficiando con este estado casi feudalista.Las víctimas fueron elegidas "por ser mujeres, por ser pobres y por su apariencia física: las víctimas son mujeres jóvenes, morenas de cabello largo, de entre 13 y 30 años" como se expone en el desarrollo del documental. Incluso muertes causadas por situaciones de violencia doméstica se encubren ante esa ausencia del Estado y de la Justicia.La justicia no se ejerce en Juárez, está reservada para las clases acomodadas.

La policía es fácilmente corruptible.
No se ha investigado por negligencia y probablemente el Estado esté involucrado", afirma un entrevistado.La impunidad reproduce la violencia y la descomposición social están instaladas en Ciudad Juárez llegando a extremos inimaginables. Las autoridades, en tanto, minimizan estos hechos y dan consejos a las mujeres ante la eventualidad de que sean atacadas: "si son atacadas en la calle y desean llamar la atención, griten fuego". Llevando a un total desprecio de la suerte de estas mujeres y avalando las acciones de una organización de crimen organizado, constituyendo una "vergüenza nacional".La industria maquiladora se enriquece a costa de estas mujeres y es la que las recluta. La gran mayoría son jefas de familia, el sostén de su hogar.

MÁSCARAS MEXICANAS DE LOS HIJOS DE LA MALINCHE
El gran poeta y escritor Octavio Paz en la década de los setenta y viviendo fuera de México hurgó en cuestiones de la "identidad y ser mexicanos", algunas de sus observaciones pueden verificarse en la realidad de su país, cualquier pasaje por fugaz que sea por esta realidad nos conduce a sus palabras."En un mundo hecho a la imagen de los hombres, la mujer es sólo un reflejo de la voluntad y querer masculinos. Pasiva, se convierte en diosa, amada, ser que encarna los elementos estables y antiguos del universo: la tierra, madre y virgen"."El macho representa el polo masculino de la vida y sus atributos son el poder. La fuerza, pero desligada de toda noción de orden: el poder arbitrario"."La mujer es ídolo, diosa, madre, hechicera o musa, pero jamás puede ser ella misma. Su ser se escinde entre lo que es realmente y la imagen que ella se hace de sí. Una imagen que le ha sido dictada por familia, clase, escuela, amigas, religión y amante. Su feminidad jamás se expresa, porque se manifiesta a través de formas inventadas por el hombre"."La mujer vive presa en la imagen que la sociedad masculina le impone; por lo tanto, sólo puede elegir rompiendo consigo misma." "El hombre tampoco puede elegir. El círculo de sus posibilidades es muy reducido".Paz, Octavio "El laberinto de la soledad", FCE, México, 1973. Cáp. "Máscaras Mexicanas", "Los hijos de Malinche", "La dialéctica de la soledad".Conversamos con Humberto Robles activista social y director teatral sobre las cuestiones de fondo de ese "dejar hacer dejar pasar" que se vive en su país.En México se desprecia a las mujeres por ser mujeres. Irónicamente mujeres como Sor Juana de la Cruz a Frida Kahlo, han marcado la diferencia en una historia todavía "oculta" de México.

DEL DESPRECIO A LA IDOLATRÍA
"La Virgen Católica es también una madre pero su atributo principal es ser el refugio de los desamparados. La Virgen es el consuelo de los pobres, el escudo de los débiles, el amparo de los oprimidos".Robles aseguró que "la idolatría hacia la Virgen del Guadalupe supera a la de la figura de Dios; una de las entrevistadas del documental lo dice "yo soy guadalupana". La gente puede manifestarse en contra del Vaticano y de la Iglesia, pero son guadalupanos.Robles sostuvo que "es muy curioso porque México es muy machista pero hay una especie de matriarcado a la vez, o sea, el macho es el que sale y hace, pero generalmente la que educa a los hijos es la mujer, que de alguna manera va fomentando ese machismo.

"DEL AMOR AL ODIO"
La idolatría hacia la mujer es muy fuerte y eso puede comprobarse en varios planos. Por ejemplo, en frases cotidianas como:"tú no laves los platos porque eso es cosa de mujeres" a extremos de más violencia y represión.

EL PATIO TRASERO DE EEUU
México no posee un Estado de Derecho como sí se vanagloria su vecino EEUU, en este país encuentra un colchón de impunidad y corrupción: "acá se puede lavar dinero, entre otras muchas cosas alejadas de la legalidad", así evalúa una de las entrevistadas la situación en su país.Robles expuso que "la sociedad mexicana es muy machista, gracias a esa iglesia igualmente machista que es la Católica. Pero el gobierno lo que ha hecho es permitir ese clima de impunidad, que se fomenta en los medios de comunicación "lo que son las modelos y los hombres guapos y rudos"."En un modelo que ni siquiera es mexicano sino que es mundial, pero en México está arraigado ese machismo y se va fomentando –insisto- en las telenovelas, las canciones. Siempre se ha aplaudido, nadie ha dicho que no está bien. Pero hace algún tiempo que alguien está diciendo que no está bien", enfatizó Robles."Por ejemplo, es muy curioso que en un país tan machista como México y con un gobierno de derecha, se haya aprobado una ley que permite a las mujeres abortar hasta las 12 semanas. También se aprobaron leyes de convivencia, que no permite el matrimonio entre homosexuales pero que se va acercando".

SITUACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA
"Calderón y su gente hicieron fraude electoral y está dejando que ciertos grupos se manifiesten. Asimismo la izquierda ocupó varios escaños en la Cámara de Diputados y Senadores. Creo que después de un fraude escandaloso, maquillan (...). El Papa acaba de decir que va a excomulgar a todos los que aprobaron esa ley, incluido el Gobernador de la Ciudad de México y a las enfermeras y médicos que practiquen este tipo de abortos".

REVOLUCIÓN FEMINISTA Y DESPUÉS
"Robles "Desde la década del '60-'70 cuando las mujeres comienzan a trabajar fuera de sus hogares, a estudiar empiezan a obligar a cambiar estas circunstancias"."Lo más triste es que hoy son el sostén económico de la familia y encima el marido le pega o abusa de ellas, es el colmo. Entonces, como dicen en el documental "si yo le pego a mi mujer y nadie me dice nada, entonces, le puede seguir pegando, la puedo seguir violando". Eso también es grave".

"LA IMPUNIDAD SE VIVE, SE HUELE Y HASTA PUEDE TOCARSE"
"En todo el país reina un clima de impunidad, pero varía la problemática: en el sur en estados como Chiapas, Oaxaca y Veracruz, la mayoría de la población es indígena. Entonces, las condiciones y problemáticas son otras".En el norte de México también hay población indígena y es víctima de genocidio, pero ahí están los narcos, está el narcotráfico. Entonces, tú llegas a esas ciudades que son de paso para que se diviertan los gringos, la gente que tiene mucho dinero y está lleno de prostíbulos."La impunidad se vive de norte a sur y las condiciones van cambiando, pero en el norte está la presencia del narcotráfico, de los gringos y es tierra de nadie.


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lunes, 11 de junio de 2007

JUNA JOSÉ SAER


Saer, hacia un mundo sin orillas
(Junio 2005)

El sábado pasado, a los 67 años, murió en París Juan José Saer, uno de los máximos narradores argentinos de su generación. Estaba dando los toques finales a su novela más ambiciosa, "La Grande", y en octubre iba a viajar a la Argentina para integrar el jurado del Premio Clarín de Novela. En esta entrevista inédita, el escritor repasa su infancia en Serodino, un pueblo de Santa Fe que remite inevitablemente a los personajes y lugares más emblemáticos de su literatura.

ELISEO ALVAREZ *

Hay autores que escriben aunque no tengan nada que decir, para demostrar que siguen existiendo?
—Hay muchos que nunca existieron y ganan cantidades fabulosas también. Hay autores que hace años que no publican, pero quieren estar en el candelero todo el tiempo. Bueno, la culpa de eso la tiene un poco el periodismo. Muchos escritores en el siglo XX entendieron que para hacerse una reputación literaria hay que estar presente en el periodismo y si es posible fuera de las páginas literarias. Todo eso es una forma de hacer publicidad a su obra, de que su nombre esté presente en la cabeza de los posibles lectores aunque los libros que escriban son ya trasnochados. El libro es una mercancía, el escritor es un productor y su presencia pública es una forma de publicidad.

¿Pero no cree que también tiene que ver con el ego?
—Sí, probablemente. Pero escritores como Juan Rulfo, Bécquer, Onetti, Faulkner y Joyce, hacían lo que tenían que hacer y se callaban la boca. Otros intervienen, porque hay una confusión bastante frecuente entre periodismo y literatura. Yo no estoy aquí para denigrar el periodismo, simplemente quiero dejar bien sentado que la persona que cree que porque escribe periodismo o porque escribe literatura puede escribir lo contrario y que eso es equivalente, está equivocado.

En la literatura, por lo que usted dice, se está verificando una degradación del silencio.
Cuando vengo a Buenos Aires y tengo que dar todos esos reportajes en cadena porque estoy pocos días, al final del día me siento sucio de palabras, me siento en falta conmigo mismo porque yo durante muchos años me mantuve en silencio. No iba a la televisión ni daba demasiados reportajes en los diarios. Llegó un momento en que mi figura literaria tuvo tanta acogida que naturalmente empecé a hacer estas cosas. También me siento obligado hacia mis editores, creo que tengo que ayudarlos a vender mis libros. A pesar de todo esto, cuando pienso en un poeta como Gustavo Adolfo Bécquer, me avergüenzo un poco.

Háblenos de Serodino, de Santa Fe en los años 40, de su infancia, cuéntenos...
Me siento orgulloso por una referencia que Darwin da cuando dice que a 40 kilómetros al noroeste de Rosario se encuentra el lugar más chato, la llanura más chata que debe de existir sobre la tierra. Ahí está Serodino, fundado hacia 1890 por un inmigrante suizo italiano. Darwin dijo eso cien años antes de mi nacimiento y cuando yo lo leía, revivía experiencias personales. Serodino es un pueblo clásico de la llanura santafesina, con las estaciones del ferrocarril Mitre que iba hacia Tucumán, zonas de cultivos de maíz, trigo y girasol. El centro del pueblo, cortado por las vías del ferrocarril como tantos pueblos de inmigrantes, tiene cuatro cuadras. En los años 40 había un gran movimiento de sulkys, de caballos y unos pocos autos. Yo iba a la escuela al lado de mi casa. Mi padre era comerciante, tenía un negocio de ramos generales, mi abuela hacía lo mismo; también había negocios de españoles y judíos. El patrono del pueblo era San José, el 19 de marzo se hacía la procesión. Mi familia era de árabes católicos, una minoría. Tenía muchos parientes en los pueblos cercanos. Los casamientos, las muertes, las fiestas, reunían a la familia.

¿Llevaba una vida de chico de pueblo, andaba a caballo?
Siempre alguien nos llevaba a caballo, íbamos a las chacras a tomar leche al pie de la vaca, a pescar, a cazar. Esa vida me marcó mucho. Uno se encontraba con un silencio, solo en la llanura. Esas impresiones eran muy fuertes, había pánico en ese silencio. Yo rescaté en mis libros esas impresiones. La escritura está orgánicamente ligada al hombre. Evoca la lengua, que está entrañablemente unida a la interioridad humana. El lenguaje conserva toda la experiencia vivida, cuando empezamos a escribir, eso se pone en movimiento.

Textualmente, uno de sus personajes asegura que "la infancia atribuye a su propia ignorancia y torpeza la incomodidad del mundo, le parece que lejos de la orilla opuesta del océano y de la experiencia la fruta es más sabrosa y más real, el sol más amarillo y benévolo, las palabras y los actos de los hombres más inteligibles, justos y definidos". ¿Eso sentía usted?
Claro, el problema es cuando uno llega a la otra orilla y se da cuenta de que eso era un mito, un fantasma. Todo el mundo dice que las frutas eran mucho mejores hacía treinta años, yo comprobé que no es así. En los niños y jóvenes hay una impaciencia por vivir experiencias que les parecen inaccesibles. Ven al sexo como una experiencia extraordinaria. Efectivamente, las primeras experiencias sexuales son extraordinarias, pero después ya no tienen ese aura mística. Eso pasa con todo. La fruta, en ese texto mío, puede ser el placer o la experiencia intensa, la gloria, la amistad, la aventura.

¿Cuál era su relación con el río, con el agua?
Serodino está a unos doce kilómetros del río Paraná, cerca de Puerto Gaboto, que fue el lugar de la primera fundación española en la Argentina. Ibamos siempre al río. Uno de los recuerdos más antiguos, cuando salí del agua lleno de sanguijuelas, yo lo conté en El río sin orillas. Luego vivimos en Santa Fe, junto al río, viví el cruce del Paraná, las playas, andar en lancha. En Faulkner y su río Mississipi reencontraba mi propia experiencia, la historia de la inundación en Las palmeras salvajes me marcó, lo mismo pasaba en el Paraná.

¿La patria es la infancia?
Es que la patria, eso que queremos, no son el gaucho, el himno nacional y la bandera. Lo que queremos son las primeras experiencias, constitutivas de nuestro ser. Ciertas personas poco escrupulosas intentan confundir esa experiencia auténtica del lugar, del nacimiento y del comienzo del lenguaje. Ellos pretenden confundirlo con una pasión abstracta, una serie de valores que no necesariamente estamos obligados a compartir.

Valores que vienen de afuera, no nacen de uno.
Exactamente, entonces esa visión obligatoria y retórica de la patria va muchas veces en contra de la experiencia íntima de la patria, del lugar de nacimiento.

Unos de sus personajes dice que ser adulto significa justamente "haber llegado a entender que no es en la tierra natal donde se ha nacido sino en un lugar más grande, más neutro, ni amigo ni enemigo, desconocido, al que nadie podría llamar suyo y que no estimula el afecto sino la extrañeza, no es en realidad su patria sino su prisión".
Es que aceptamos una serie de convenciones, aceptamos como naturales una serie de cosas que son misteriosas. El universo en el cual vivimos es enigmático y que seguirá siéndolo, digan lo que digan los científicos.

Pero puede haber tantos enigmas como personas, no hay misterios universales.
No hay misterios universales, pero hay límites universales del conocimiento. Después, cada cual cree lo que quiere. Cree que la vida orgánica la trajeron aquí los extraterrestres o que el mundo fue creado en el año 4004 antes de Jesucristo. Yo no estoy en contra de las supersticiones porque a lo mejor el tiempo es una superstición, también el movimiento, la inmovilidad.

¿La literatura también?
La literatura es una superstición, el arte puede serlo. Paul Auster dice que él escribe como si rezara, cosa que a mí me parece ridícula, escribir es un trabajo que a uno no le deja tiempo para rezar. Un gran poeta portugués, Fernando Pessoa, decía que escribía para salvar su alma, pero eso para mí es una metáfora. El escribía para existir, para ser él mismo en medio de una vida gris. La gente tiene derecho a tener supersticiones, a veces son lo único que queda para aferrarse a la existencia. Pero no estoy de acuerdo en el uso que se hace de la superstición como forma de opresión, de dominio.

¿Estudiaba Derecho pero le gustaba la poesía?
Eso no duró mucho, aunque ahora estoy escribiendo una novela relacionada con el mundo de los abogados y releo esos libros. A lo mejor, detrás de cada abogado se oculta un poeta. Hugo Gola es un gran poeta pero tenía un solo cliente, un obrero que venía en bicicleta. Hay personajes relacionados con el Derecho en obras mías como Cicatrices, gente que vive vidas terribles.

¿La literatura permite recuperar mundos perdidos?
Así es, pensemos en la aventura de Marcel Proust en su libro En busca del tiempo perdido, donde quiere recuperar su pasado. Proust empezó con un artículo periodístico, después pensó que podía ser un cuento, luego una novela que no terminaba nunca, una especie de máquina que sigue funcionando todo el tiempo. Proust escribía con furia, era un hombre enfermo que había tenido una vida muy mundana. Un editor pensó que Proust era un niño bien y que no podía escribir nada serio, pero él se transformó en un mártir de su escritura, terminó matándolo.

Hablemos de su exilio.
No tenía la intención de exilarme, fui por seis meses a París. Mi mujer en ese momento, Mimi Caterano, empezó a estudiar con Roland Barthes. Salieron becas, nació nuestro hijo Jerónimo y yo fui profesor en la universidad de Rennes. Después sufrí descalabros en mi vida privada, tuve otra pareja y nació mi hija. Eso fue lo que me pasó.

Un personaje suyo, Pichón Garay, le dice a otro, Tomatis, que "de tanto viajar las huellas se entrecruzan, los rastros se sumergen o se aniquilan".
Esa es la experiencia de los que se van y vuelven, tema de mis novelas. Siempre hay un desgarramiento. Pero tal vez esa ausencia me ayudó en mi trabajo literario, en la medida en que me dio cierta objetividad. A lo mejor mis libros, hoy tan celebrados, dentro de treinta años caen en el olvido. Hubo best sellers en el siglo XIX pero sólo recordamos a Victor Hugo; Rulfo vendió cuatro mil ejemplares de Pedro Páramo en diez años. Borges empezó a ser conocido después de los 60 años y no se hacía ilusiones sobre la manera en que lo leían, decía que lo invitaban porque era un viejo poeta simpático.

Usted dice que admirar a un escritor supone la obligación de merecerlo. ¿Cuáles son los escritores que se merecía cuando empezó y ahora?
No voy a hacer esa lista, que la hagan otros. Vladimir Nabokov la hizo y ninguno lo merecía, es un hombre muy vanidoso. Nabokov pretende que la actividad más elaborada que un hombre puede hacer es cazar mariposas, yo no. Paulo Coelho dijo que admiraba a Borges y a Jorge Amado, que son dos mundos opuestos; Coelho lo dijo para quedar bien con los argentinos y brasileños. Un escritor puede tener o no una gran cultura literaria y filosófica, puede mostrarla o no en sus libros. Hay escritores que ocultan su cultura, es el caso de Onetti o de Rulfo. Onetti se hacía el arrabalero pero sabía inglés y se nota que leyó bien a Henry James, por su trabajo sobre el punto de vista. Cuando Rulfo escribe Pedro Páramo habla del mundo de la Revolución Mexicana pero no a la manera de Mariano Azuela en Los de abajo, Rulfo arma un rompecabezas que sólo pudo escribir alguien que leyó y pensó mucho sobre las formas narrativas. Borges muestra su cultura y trabaja con un intertexto literario abundante, continuamente dialoga con otros escritores. Pero Bioy Casares no lo hace y está cerca de Borges. Mis libros están entre esas dos actitudes. A mí me parece que poner un intertexto en mis novelas podía darles una dimensión intelectual, narrativa y poética al mismo tiempo.

¿Cuales fueron los años más duros de su vida?
Los peores años fueron entre 1974 y 1980, fue muy duro para mí. Yo estaba escribiendo Nadie nada nunca, una de mis novelas más experimentales. Me llevó cuatro años de trabajo, en un aislamiento completo. Se juntaron muchas cosas: la influencia de estar en el extranjero, mis vicisitudes personales y al mismo tiempo el sentimiento de que no tenía más un país, que no tenía más un lugar mío.


¿La gran literatura siempre toca a la política?
Para mí lo importante está en los valores literarios. Me gustan escritores de derecha como Céline o Borges. No es el caso de Vargas Llosa, porque sus formas literarias me parecen vetustas, no porque sea un escritor de derecha. La obra literaria tiene relación con la política naturalmente, en la medida en que la escritura es un acto privado que se transforma en un hecho social, atravesado por todas las energías sociales. La poesía de Bécquer es muy metafísica, aparentemente no tiene contenido social. Pero en la condición humana, en la existencia, se unen todos los aspectos, como lo social, lo político, lo biológico, lo religioso.

* Este es un resumen de la entrevista realizada por Eliseo Alvarez en su programa televisivo "Perfiles", emitido por Canal (á) el 6 de octubre de 2003.

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domingo, 10 de junio de 2007

MALVINAS: A 25 AÑOS

La caída de Malvinas
A 25 años del fin de la guerra austral

El 14 de junio de 1982, el general Menéndez, gobernador político y castrense de las Malvinas recuperadas, se rindió ante las tropas británicas que tomaron Puerto Argentino, tras un ataque final con helicópteros y artillería móvil. En su nueva indagación, el escritor y periodista Andrew Graham-Yooll, del Buenos Aires Herald, rememora su difícil corresponsalía, una charla con Borges, la visita del Papa, el bochorno de Galtieri, la euforia inglesa y, claro, la derrota bélica argentina bajo la dictadura militar. Anticipo exclusivo de PERFIL. Impresionante e imperdible.

Por Andrew Graham-Yooll

EL DOLOR DE YA NO SER. Como un tango desafinado y sin poesía, la rendición de los soldados argentinos fue –más allá de la pena de toda guerra– muy triste.Foto:CEDOC Perfil


Buenos Aires, 11 de junio de 1982.

Fue a las diez de la mañana, un viernes. El timbre sonó con potencia como para alarmar a sordos en algún fondo del departamento céntrico de Jorge Luis Borges. Acababa de llegar el Papa en su primera visita a la Argentina, la primera de un pontífice. Le pedí disculpas por robarle tiempo en un día que quizá quisiera dedicar a escuchar todo lo que hubiera sobre la guerra y el Papa.

“Mis horas están, en general, vacías… Soy un anciano. Los amigos, en su mayoría, han muerto. Conozco a pocas personas, tengo pocos amigos. También, Buenos Aires es una gran ciudad y tiende a separar a la gente”, habló en inglés. Parecía contento de poder hacerlo. Parecía sentir, ante las circunstancias, que debía explicar su situación personal.

“Lo que quiero decirle es que toda mi gente fueron militares, por parte de mi padre. Mi abuelo fue coronel. Se casó con una dama inglesa… La guerra para él era algo natural. Participó en lo que llamamos nuestra Conquista del Oeste, la llamamos la Conquista del Desierto. Anterior a él, mi bisabuelo peleó en la Guerra de la Independencia. Otro pariente llevó tropa en el cruce de los Andes… en una partida adelantada al general José de San Martín. Todos fueron militares. Yo soy pacifista”.

“Lo que también deseo decirle es que, siendo decididamente un pacifista, creo que la guerra en su esencia misma está mal. Si se aprueba o intenta explicar una guerra, todas las guerras hallarán justificativo. Yo creo que la guerra es maldita… Cosa que me recuerda el libro de Juan Bautista Alberdi (1810-1884) "El crimen de la guerra" (1870). Todas las guerras son un crimen. ¿Qué son sino la formalización del homicidio? Y especialmente ahora. En el pasado las guerras las peleaban pequeños ejércitos. Hoy en día participan naciones enteras, toda la gente, y eso es horrendo realmente. Todo el pueblo es pasible no sólo de ser muerto, sino también de matar… que es peor.” [...]

Afuera llovía fuerte. Un comentario acerca del clima parecía acorde al momento y me pregunté si el cielo estaría lloviendo por la Argentina (Cry for me Argentina!) o por el Papa.

“Supongo que el Papa estará provisto de un paraguas…”, magulló. Masticó sonoramente sus cereales. “Aunque supongo que el paraguas no tiene utilidad alguna ante Dios”.

“El Papa es un político astuto y estoy seguro de que sus intenciones son buenas… En Buenos Aires habrá miles de personas que lo estarán esperando.”
Me pareció que serían más bien millones.

“¿Ah, sí?”, comentó con cierta picardía. “Yo pienso que eso de decir millones es un error. Mi abuela exageraba así. Decía que se tomaba una siestita. Era una siesta. Pero son formas de hablar antiguas.” [...]

“En tiempos de guerra la gente se vuelve loca… Los gobiernos alientan la locura. Si uno no está loco, puede ser considerado traidor”.

“No creo que los angloargentinos como usted hayan sufrido alguna indignidad personal. Mucha gente ha intentado mantener la cordura. Los periódicos se han vuelto más locos que la gente… Eso siempre sucede”.

“Pero la gente está muy dividida… Yo pienso todo el tiempo, creo, como ellos, que esto es imposible. Tienen una sensación de pesadilla, una sensación de que esto es algo del pasado que nos ha alcanzado y se está extendiendo al futuro. No sé cuándo despertaré. No puede estar sucediendo”.

“Sin embargo sucede, y seguirá… Todos parecen dispuestos a pelear por algo tan insignificante. Son tiempos tristes. Esperemos que pronto pase todo esto. No vale la pena combatir por esto, especialmente dado que nuestro país es tan grande, demasiado extenso. Hay grandes zonas que son desérticas, en el Sur. Claro, hay cosas como honor y lealtad… que son palabras peligrosas en la guerra… Honor… lealtad…”, pronunció las palabras lentamente. Se rió. [...]


El final de la euforia

Cuando el general Galtieri ordenó al general Menéndez, un oficial también conocido por haber dirigido la represión, que siguiera luchando, el general en Puerto Argentino (Stanley) le dijo al presidente que se fuera a la mierda. Galtieri acusó a sus oficiales por el fracaso en detener al ejército británico.

En Buenos Aires, el temor que había seguido a la euforia se convirtió en enojo ante la inminencia de la rendición. Algunas de las declaraciones de apoyo al gobierno emitidas en abril tenían que ser reinterpretadas como respaldo condicional.

¿Por qué, preguntó una mujer, por qué lo hicieron? ¿Cuánto tiempo esperaban distraer al pueblo? La mujer, la madre judía de un muchacho desaparecido después de ser arrestado por miembros de algún grupo de tareas cuando tenía diecisiete años, dijo que a ella no iban a distraerla. No creía que hubiera alguien que realmente creyera, aun bajo la Doctrina de Seguridad Nacional, ideología de destrucción total del enemigo interno de un régimen que los generales argentinos habían aprendido de los alemanes y franceses, que un niño o un adolescente tenían que ser asesinados por haber entrado en contacto con ideas izquierdistas. Durante meses ella había pensado en suicidarse. Eso había sido cinco años atrás. Luego, durante muchos meses, su somnífero para dormir, su Valium, dijo ella, había sido la idea de que “yo estaba disparando a quemarropa contra un oficial. Solamente cuando le ponía al uniformado la cara de un hombre del gobierno conseguía dormirme. Ahora veo a mi hijo en cada uno de los conscriptos de las Malvinas, indefensos”.

El general Galtieri cayó bajo el peso de sus medallas de buena conducta, o bajo el bochorno de sus generales: sin sentir la vergüenza de sus errores y la derrota de Puerto Argentino. [...]

En un fin de semana la Argentina había perdido un título de boxeo, un título de tenis y el Campeonato Mundial de Fútbol en Madrid, por un gol de Bélgica.

El lunes perdió Puerto Stanley. El viernes 18 de junio asumió la jefatura del Ejército el general Cristino Nicolaides.


Rendición y después

La Sociedad Argentina de Escritores (SADE) celebró el Día del Escritor el 14 de junio en Buenos Aires, con la entrega anual de premios. Todo el mundo estaba ahí. Un escritor, un hombre, se lamentó de que la Sociedad hubiera emitido una declaración de apoyo al gobierno el 2 de abril. Otro retrucó que no había sido favorable hacia el régimen sino hacia los derechos soberanos del país. Una poeta, una mujer, dijo que se alegraba de que hubiese terminado la guerra y que se hubiesen escuchado sus rezos. ¿Qué había pedido en sus plegarias? Que no se sacrificaran vidas, no le importaba quién ganara. Una mujer, escritora de cuentos cortos, estaba furiosa: “No puedo ir a Londres; yo... que amo tanto a Londres. Los británicos no nos van a dar visas, ‘La Tácher’ nos va a victimizar por todo el mundo a partir de ahora, graznando su triunfo sobre el imbécil de nuestro presidente”. Luego, todos los escritores y sus allegados se pusieron de pie y cantaron el Himno Nacional. ¿Cuántos miles de veces se había cantado desde principios de abril? En tono chato y sin melodía, se reflejaba el aburrimiento de los que entonan por obligación.


El martes 15 de junio se reconoció la derrota. Frente a la Casa de Gobierno se juntó una multitud enfurecida, estafada por más de ciento sesenta comunicados que habían asegurado que los chicos andaban bien. El lamento por los hijos perdidos fue bruscamente interrumpido por una serie de descargas de gas lacrimógeno.

Los que habían vivado a Galtieri sólo una semana antes en la Plaza de Mayo frente a la Casa de Gobierno estaban otra vez en la Plaza para gritarle que era un hijo de puta. Recortadas contra el fondo de las fogatas hechas con bancos de la plaza, ómnibus volcados y barricadas, se destacaban las siluetas de los policías de uniforme antimotín y en mangas de camisa. [...]

Cayó el silencio sobre la ciudad. El invierno llegó súbitamente tras el extendido verano y el caluroso otoño que había durado mucho más allá de sus límites calendarios.

El general de nombre griego y cejas rabiosas, Cristino Nicolaides, aseguró que no toleraría la indisciplina siendo comandante del Ejército. [...]

El griego advirtió a los directores de los diarios –humillados por la manipulación militar de las noticias y empeñados en lavar su historia de complicidad con la dictadura durante seis largos años– que dejaran de publicar las historias de horror de la derrota que se recibían por cortesía del gobierno británico.

Los diarios espaciaron la aparición de ese tipo de artículos y acortaron las narraciones sobre los “chicos”, repatriados desde Puerto Argentino a bordo de un barco británico de línea, quienes habían tenido que recibir tratamiento médico por testículos congelados (por haber permanecido largo tiempo sentados en el barro). También debieron pasar por alto las historias de incompetencia y de cobardía de algunos de sus oficiales. Los periódicos no podían decir que los jefes de almacenes se habían equivocado, que habían dejado casi morir de hambre a la primera línea, que la segunda línea había recibido comida ocasionalmente y que los oficiales de la retaguardia habían masticado sus raciones con satisfacción. Las armas de los soldados, Máuser modelo 1909, se habían atascado, y a los conscriptos se les habían congelado los pies, la poca comida, y también el combustible. No debía haber historias de amputaciones, de inanición, de trastornos psiquiátricos, de suicidios, de padres despojados de sus hijos que nunca habían entendido qué significaba esa guerra. No debía haber cálculos del número total de muertos.

La venta de donativos para el Fondo Patriótico en uno de los salones de remates más elegantes de Buenos Aires tuvo poca asistencia. Los obsequios se veían mezquinos y el fervor patriótico se había desinflado. El dinero se remitió al Ministerio de Economía para ser distribuido en partes iguales entre las obras benéficas seleccionadas por las tres Fuerzas Armadas. La prensa decía que la economía estaba en ruinas. Había una olla popular en la puerta de la iglesia Regina Martirum, cerca del edificio del Congreso, y las mujeres de las cercanías hacían cola para llenar una fuente para alimentar a toda una familia. Mujeres de clase media leían los avisos clasificados en el diario Clarín que ofrecían trabajo como mucamas en Madrid o en México, para poder desde ahí mandar dinero a sus hombres, que se sentían menos hombres por no tener trabajo. [...]

Los diarios de Buenos Aires le prestaron una atención pasajera a Diana, princesa de Gales, cuando se preparaba para ingresar a un sanatorio en Londres para dar a luz. El año anterior la prensa argentina se había vuelto imbécil de falso enternecimiento y chismerío cuando “Lady Di” contrajo matrimonio (21 de julio de 1981) en una ceremonia con excesiva pompa con el príncipe Carlos, heredero, festejado en Buenos Aires casi como si hubiese sido un casamiento del circuito ganadero o del mundo del espectáculo. La concepción y el embarazo de la joven princesa fueron seguidos con perversa atención desde Buenos Aires. Hasta el 2 de abril. El nacimiento del príncipe William el 21 de junio fue anotado, casi sin ser notado.

El Reino Unido celebró la victoria. En la euforia casi no se recordó la existencia de la Argentina. Las cifras de desempleo en el Reino Unido en junio de 1982 llegaron a 3.061.229 hombres y mujeres sin trabajo, sin esperanzas. La cruel ironía sugería que fueran a levantar minas en los campos minados de Malvinas. La Señorita X fue violada nueve veces en el estacionamiento de la calle East Heath, en Hampstead, al norte de Londres. Un grupito de racistas exaltados gritaba “¡Paquistaníes afuera!” a un hombre en una calle de Kentish Town, suburbio también del norte de la capital. No estaba claro el porqué del racismo, pero los racistas no necesitan claridad, ni siquiera de piel. El Royal Marine hijo de Mike, colega, regresó tullido. Pero todas estas cositas las tapaba una guerrita bien ganada. La sensación de una buena pelea y de un enemigo vencido era embriagante, era una droga heroica. Los problemas, el sonido de los lamentos se tapaban con medallas y cintas recordatorias.

Alguien expresó su preocupación por la falta de mujeres en las Falkland. Se sugirió reclutar a las prostitutas de Londres para que sirvieran en las islas. Convocadas para servir al soberano y a la horqueta. Noble causa. Las gatas de Mayfair, del elegante barrio West End, podían ser destinadas a los cuarteles de oficiales, las de los alrededores de la estación King’s Cross, zona socialmente más baja, para la tropa.

En Buenos Aires cobraban vida los personajes de la novela Il Conformista, del italiano Alberto Moravia (1907-1990), sujetos que siempre habían criticado el conflicto, jamás lo habían celebrado y siempre habían estado en contra de los militares. Estas personas aseguraban en cualquier conversación que en todo momento habían advertido a quien los quisiera escuchar que “esto” no estaba bien, que Argentina no podía ganar, que íbamos a terminar mal. Ellos se habían dado cuenta, dijeron. Mediante una cuidadosa elipsis, los intelectuales no celebraban la victoria británica pero tampoco se decían agradecidos por la derrota de la junta militar: en voz baja reconocían que, de haber ganado, Argentina el país tendría dictadura para una década más.


Paliza de despedida
El fin de mi gestión como “enviado” llegó en horas de la madrugada del 23 de junio de 1982. Comparado con el destino de otros, la saqué barata. De todas maneras, dolió. [...]

Fue después de la cena, a eso de las dos de la mañana. Había terminado la guerra, se había ido el Papa. Pensaba en regalos para mis hijos, en horarios de vuelos, en vacaciones. La paliza no fue precedida por presentación alguna. A medida que mis pasos me llevaron a la esquina de la Plaza San Martín, en la bajada de San Martín y la avenida Alem, con el Sheraton enfrente, se bajaron tres hombres de un Ford Falcon rojo, y quedó un cuarto tipo en el coche. Simplemente anunciaron: “Sabemos quién sos, hijo de mil puta”. Para cuando llegaban a “…pu…”, ya estaba en el pasto, tirado por un hombro duro y recibiendo las puntas de varios zapatos en las regiones más blanditas. Eran profesionales y no venían a hacer cosas serias. Dar miedo, nada más. Pero eso es fácil elaborarlo después. Se retiraron puteando cuando se acercaban cuatro hombres y una mujer. Ella comenzó a pedir ayuda gritos. No vino nadie. Los hombres me ayudaron a levantarme y esperaron pacientemente que vomitara toda la cena. Luego me acompañaron hasta una pequeña fuente para que me lavara. Se preguntaban por qué había sucedido e ignoraron mis manifestaciones de inocencia. Cuando escucharon que representaba a un periódico británico, comentaron: “Che, mirá, justo vinimos a salvar a un inglés”.

Al día siguiente, luego de un almuerzo en Los Chilenos, los amigos me acompañaron a Ezeiza.

Nota publicada por Diario Perfil - Junio 10 de 2007

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miércoles, 6 de junio de 2007

FESTIVAL LATINOAMERICANO DE LA CLASE OBRERA

PROGRAMACION CINE TITA MERELLO

Jueves 7 de junio de 2007
13:00 La sociedad capitalista en la salud mental y el sistema psiquiátrico

13:05 Felices Fiestas / Video informe / Juan Barney (Grupo Quetzalcoatl) / Argentina, 2006 / 44’

13:50 Comunidad de locos / Documental / Ana Cutuli / Bs. As. - Argentina, 2006 / 63’

15:10 Rebeliones populares / DD.HH e impunidad / Lucha de la vivienda

15:15 No te rajes!! El Movimiento de Resistencia, México D.F., julio 2006 / Video informe / Caitling Manning (Colectivo Videoactivista) / México, 2006 / 29’

15:45 Atenco, un crimen de estado / Documental / Colectivo Klamvé / México, 2006 / 36’

16:22 Negação da negação / Documental experimental / Negação da negação / Brasil, 2006 / 25’

16:43 De pie / Documental / David A. Caballero T., Videourgente / Bolivia 2003 /16’

17:10 Historia y actualidad de la lucha de la comunidad educativa

17:15 Halcones: Terrorismo de Estado / Video informe / Carlos Mendoza (Canal 6 de Julio y Memoria y Verdad) / México, 2006 / 66’

18:22 La rebelión de los pingüinos / Video informe / Carlos Pronzato. Co-dirección: Omar Neri / Argentina – Brasil, 2006 / 40’

19:03 Fuentealba / Video informe / Neuquen, Argentina / 10’

19:30 Mesa - debate: La lucha de la comunidad educativa y sus protagonistas

21:50 Granito de Arena / Documental / Corrugated Film / México, 2004 / 62’

Viernes 8 de junio
13:00 Lucha de la juventud estudiantil / historia del movimiento obrero

13:05 Reforma Universitaria / Documental / Ojo Obrero Córdoba / Argentina, 2006 / 26’

13:32 Gaviotas Blindadas / Documental / Grupo Mascaro cine / Argentina, 2006 / 90’

15:15 DDHH y represión institucional / Inmigrantes e historia

15:20 Retazos de la memoria / Documental / Diego Ricciardi / Argentina, 2006 / 29’

15:50 Habitación Disponible / Documental / Eva Ponce, Marcelo Burd, Diego Gachassin / Buenos Aires-Argentina, 2005 / 80’

17:20 La lucha por la tierra

17:25 MTST- Direitos Esquecidos: moradia na periferia / Documental / Brigada de guerrilla cultural del MTST / Brasil, 2005 / 16’

17:42 Cementerio de negr@s / Documental / Marcio Malacarne / Brasil, 2006 / 12’

17:55 MOCASE: La lucha por la tierra / Videos Informe / Juan Manuel Mascaró, Eleonora menutti y Marcelo Otero / Argentina, 2003-2005 / 39’

18:35 Quiero ser libre, sin dueño / Video informe / Alfredo Orando (Producciones Nicobis) / Bolivia, 2005 / 32’

19:15 Lo de siempre, un guión de historieta / Fotomontaje Documental / Alejandro Arazi / Buenos Aires-Argentina, 2006 / 10’

19:30 Rebeliones populares contra las mineras contaminantes

19:35 Una mina de oro en Puel Mapu /Documental / Cristian Cancino e Pedro DantasArgentina / Brasil / chile, 2006 / 26’

20:02 Sipakapa no se vende / Documental / Caracol producciones / Guatemala, 2006 / 55‘

21:10 Noche de cortos

21:15 Viola Caipira – Chawaqkw & Tiples / Documental / Guillermo Planel y Renato de Paula (RGB Brasil) / Brasil, 2006 / 19’

21:35 Historias pintadas / Documental / Fernando Torres / Chubut-Argentina, 2004 / 16’

21:52 El Tren / Documental – ensayo / Ana Laura Ossés, Edén Bastida y Tim Hawkins / Argentina, 2006 / 5’

21:58 Mis pies / Ficción / Matías Herrera Córdoba / Argentina, 2006 / 27’

22:25 Igualdá / Ficción / Pablo Saldivia (5 pal peso) / Argentina, 2006 / 7’

22:34 Ex – men / Ficción / Alvaro Adib Barreiro / Uruguay, 2004 / 10’

22:45 Movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o disfrute de una persona o cosa / Experimental / Grupo Embate / Argentina 2004 / 10’

Sábado 9 de junio

13:00 La lucha antiimperialista y los pueblos originarios

13:05 11 DE Octubre, último día de libertad americana…/ Video Minuto / Fernando Torres / Chubut-Argentina, 2005 / 1’

13:07 Yankys Tapeho! (yanquis váyanse!) / Documental / Germinal Centro de estudios / Paraguay, 2005 /15’

13:23 Zlaqatahyi (nuestra selva) / Documental / Martín Bozzano / Argentina, 2004 / 35’

13:59 KollaSuyo / Documental / Pedro Dantas / Argentina/Brasil/Chile 2006 / 52’

15:00 La lucha por el medio ambiente

15:05 Aguasi, Orono (avance) / Documental / Santiago Scrinzi, Cristóbal Montesinos / Chile-Argentina, 2006 / 10’ 15:15 Sed / Documental / Yamil / Argentina, 2006 / 15’ 15:31 El Papel del sur / Documental / La Chaya, comunicación cooperativa / Bs. As.-Argentina, 2006 / 40’

16:12 ¡Que viva Gualeguaychú! / Documental / Miguel Mirra / Bs. As. - Argentina, año 2006 / 50’

17:15 Rebeliones populares en America Latina

17:20 20 dias de noviembre. Después de la revuelta / Documental / El tronco de Senegal / Bolivia - España 2004 / 90’

18:50 Deseducado2 / Documental / Colectivo Doc Novo Sur / Chile, 2006 / 27’

19:30 Mesa - debate: Rebeliones populares en America Latina y sus protagonistas 22:00 OAXACA, El Poder de la comuna / Video informe / Contraimagen / Argentina, 2006 / 50’


Domingo 10 de junio

13:00 Ó Velho. Historia de Luis Carlos Prestes / Documental / Toni Ventura / Brasil, 1997 / 93’

14:50 Luchas obreras, rebeliones populares y los medios alternativos

15:01 Trilogía “La toma de Santa Clara” I parte / Documental / Vive Tv / Venezuela, 2006 / 22’

15:24 Romper el cerco / Video informe / Mario Viveros y Nicolás Defossé (Canal 6 de Julio y Promedios) / México, 2006 / 47’

16:12 Catia Tve 5 años / Documental / Catia Tve / Venezuela, 2006 / 39’

17:00 Mesa - debate: reveliones populares, medios alternativos y FELCO

19:40 La crisis causó dos nuevas muertes / Documental / Patricio Escobar, Damián Finbarv / Bs. As.-Argentina, 2006 / 84’

21:20 Mujer: La lucha de género

21:25 400 rosas / Documental / Nanook Producciones, grupo de estudiantes de la Carrera de Cine Documental de la Universidad Popular de Plaza de Mayo / Argentina, 2006 / 10’

21:36 La cárcel late / Documental / Ana María Catania Maldonado / Argentina 2006 / 35’

22:12 Mujeres reveladas / Documental / Claudia Bueno, Flavio Calvete, Laura Villafañe / Argentina, 2006 / 42’


Lunes 11 de junio

13:00 Historia del movimiento obrero / lucha por las condiciones laborales / lucha por la vivienda

13:05 Clase / Documental / Grupo Mascaró cine / Argentina, 2006 / 50’

13:56 La esclavitud del azúcar / Documental / Maria Luisa Mendoza y Thalles Gomes / Brasil 2006 / 25’

14:22 Parmalat / Documental / Ojo Obrero / Argentina, 2005 / 30’

14:53 Caserón / Documental / Nina Tedesco / Brasil 2007 / 9’

15:15 La lucha por la vivienda

15:20 Inmobiliaria Romero / Documental Ojo Obrero Salta / Salta-Argentina, 2006 / 8’

15:29 Nunca detendrán la primavera / Documental / Grupo de tele lugano / Argentina, 2006 / 37’

16:07 Dia de fiesta / Documental / Toni Ventura y Pablo Georgieff / Francia -Brasil, 2006 / 77’

17:40 La experiencia de las fábricas y empresas recuperadas 17:45 B.A.U.E.N.: lucha y trabajo / Video informe / Grupo Alavío / Argentina 2005 / 16’

18:02 No retornable / Documental / Sebastián Cáceres y Damián Parisoto / Argentina, 2002-2006 / 72’

19:15 Flaskô sob controle dos trabalhadores / Vídeo informe / Bruno Manuro, Ceará, Jessica Sato, Marco Fernandes, Marcos Brancao / Brasil, 2005 / 16’

19:40 Mesa - debate: La experiencia de las empresas recuperadas y sus protagonistas

22:15 Corazón de fábrica / Avance – Documental / Ardito – Molina / Argentina, 2007 / 10’
22:25 Sasetru obrera / Documental / Ojo Obrero / Argentina, 2003 / 30’


Martes 12 de junio

13:00 Derechos Humanos y lucha contra la impunidad

13:05 Julio López: Marcha a Plaza de Mayo 27/09/06 / Video Informe / Grupo Alavío / Argentina, 2006 / 9’

13:18 Milagros no hay / Documental / Gaby Weber / Buenos Aires-Argentina, 2004 / 114’

15:20 Muestra cine militante español: colectivo La Plataforma 15:25 La valla de la vergüenza / Documental / colectivo La Plataforma / España 2005 / 11’

15:37 Memoria, dignidad y lucha / Documental / colectivo La Plataforma / España 2006 / 40’

16:25 Serie “El mundo de los Onki Tonkis” / Ficción – animación / Alfredo J. Anzola / Prod.: Cine Seis Ocho – Vive Tv / Venezuela, 2006 / 10’

16:40 Ibarra, Chabán: la tienen que pagar!

16:45 Un plan Perfecto / Ficción / Julieta Ledesma / Argentina 2006 / 14’

17:00 Ni la bengala ni el rokanrol / Documental / Ojo Obrero / Argentina, 2005 / 19’

17:30 Trabajo: lucha sindicales

17:35 Construcción / Documental / Maria Gutiérrez / Brasil, 2006 / 8’ 17:44 Derechos y reverses de las mujeres bananeras en Urabà / Documental / Alejandro Cock Pelaez / Colombia - España, 2005 / 25’

18:10 LAB: desastre de la capitalización / Video informe / Raquel Balcázar (Video urgente) / Bolivia 2006 / 15’

18:26 Por el fin de la Terciarización! / Documental / Cardes Amancio, Andre Braga, Neimar Alves / Brasil 2006 / 20’

18:47 Así es el Subte / Documental / Ojo Obrero / Argentina 2005 / 30’ 19:30 Mesa - debate: las luchas sindicales, protagonistas y perspectivas 22:00 Catorce Dos Cincuenta / Video Informe / Daniel López y Luis Brunetto / Argentina, 2006 / 55’


Miércoles 13 de junio

13:00 Huanuni. de pie a pesar de todo / Documental / Magdalena Cajia de la Vega / Bolivia 2006 / 65’

14:20 Desobediencia / Documental / Patricio Enríquez / Canadá/ Chile, 2005/ 79’

15:50 Revoluciones y perspectiva política en América Latina

15:55 Autonomía para los ricos, revolución para los pobres / Documental / Videourgente / Bolivia, 2006 / 17’

16:15 Crónica de un sueño / Documental / Mariana Viñoles y Stefano Tononi / Uruguay, 2004 / 95’

18:00 Un mundo por ganar / Documental / David Segarra / Prod: Vive TV / Venezuela 2006 / 42’

18:45 Ò Espetàculo democrático / Documental / Guilherme Cèsar / Brasil, 2003/04 / 30’

19:30 Mesa - debate: ¿A dónde va America Latina? 22:00 Yo pregunto a los presentes / Documental / Alejandra Guzzo - Grupo de Cine Insurgente / Uruguay/Argentina, 2007 / 60’

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